lunes, 4 de febrero de 2008

EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS


"Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis" Ezequiel 37: 5

Creo que fue en un sermón que mi padre hizo en el pueblito andino de Moro donde escuché, por primera vez, cómo la iglesia cristiana primitiva se reunía en las catacumbas. Desde entonces, la palabra "catacumbas" siempre evocaba en mí imágenes de cristianos apretujados, leyendo la Biblia en silencio y alumbrados por alguna solitaria antorcha en medio de una misteriosa cueva, mientras los soldados perseguidores rondaban cerca de ellos. Me gustaba esa palabra, a veces la pronunciaba en voz alta sólo para escuchar el sonido musical de sus sílabas. De manera que para mí fue emocionante la primera vez que visité las Catacumbas de la Iglesia de San Francisco en la ciudad de Lima junto con mis bulliciosos compañeros de clase. Ese momento tenía para mí una connotación especial, me imaginaba a los cristianos reunidos en ese lugar. Claro que en realidad los primeros cristianos jamás pisaron esas catacumbas limeñas, pero ese dato no era relevante para mi encendida imaginación adolescente. Había varias cisternas de poca profundidad conteniendo miles de huesos secos, todos perfectamente ordenados por tipo y por tamaño: los cráneos en un lugar, los fémures en otro; un lugar para los húmeros y otro para las costillas. Una catacumba era un cementerio subterráneo que estaba situado generalmente debajo de las iglesias antiguas.
Las catacumbas otra vez vienen a mi memoria al examinar el texto bíblico de hoy. Ezequiel es llevado a un valle de huesos secos, adonde dirige su mirada hay pilas de huesos configurando un siniestro paisaje aterrador. Todavía aturdido por las tétricas imágenes, recibe la orden de predicar a ese montón de huesos. Debía levantar la voz y transmitir el mensaje de Dios a ese inverosímil auditorio. Para su sorpresa los huesos empiezan a ser revestidos de carne y músculo, las coyunturas extintas vuelven a unirse. Ahora hay cuerpos con cada órgano en su lugar pero todavía sin vida. Es que la vida es mucho más que la suma de los elementos del cuerpo. Cuando aparentemente todo estaba listo para el surgimiento de la vida, faltaba el elemento que hace posible la vida: el soplo de Dios. Entonces viene la declaración divina: "Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis". Es la intervención divina la que hace posible la vida, la que torna los huesos sin vida en seres humanos con capacidades físicas mentales y espirituales. El soplo divino habita en cada ser vivo como testimonio imbatible de su origen sobrenatural. Ezequiel estaba perplejo por la visión, y se mantuvo atento a la explicación de su significado.
Al leer los siguientes versículos se nos hace entender que esta visión era una sobrecojedora imagen de la triste condición espiritual del pueblo de Dios. Aquí no se está describiendo la condición espiritual del mundo sino se hace una gráfica descripción de nuestra condición como Israel moderno de Dios. En esta visión podemos discernir tres estados de espiritualidad que existen entre los profesos cristianos: el de los huesos secos, el de los cuerpos sin vida, y finalmente el de la vida plena.
El primer estado, el de los huesos secos, se refiere a aquellos cristianos que se encuentran la completa sequedad espiritual. No tienen ninguna sensibilidad frente a las cosas espirituales, ya escucharon decenas de sermones pero nunca hay un cambio significativo en su condición. Ninguna campaña de reavivamiento los reaviva, ninguna semana de oración los lleva a la oración, ninguna ceremonia bautismal les hace ver su necesidad. Se han resignado a ser perpetuos habitantes de un cementerio espiritual y son conspícuos calentadores de bancas. A la vista del ser humano ese estado de indolencia es tan completo que nada cambiará en la vida de los "huesos secos". Sin embargo, Dios piensa diferente. Al ordenar al profeta que predique está diciéndonos que nadie es considerado sin esperanza frente a él. Su misericordia es tan grandiosa que busca con diligencia a aquél cuya vida espiritual es seca y dura, semejante a los huesos de la visión.
El segundo estado es el de los cuerpos sin vida. Este caso es aparentemente diferente del anterior porque ahora el cuerpo tiene los órganos vitales en su lugar: un corazón, un cerebro, un hígado. Tiene todo lo que tiene una persona viva, pero está muerto. Muchos cristianos piensan que están vivos porque tienen la apariencia de estar vivos. Asisten a la iglesia, participan de las actividades campestres, son líderes en la iglesia, cantan en el coro, predican y dan estudios bíblicos. Quizá parezca sorprendente, pero en la vida espiritual no basta parecer vivo, hay que estar vivo. No debemos conformarnos con parecer vivos espiritualmente.
Un tercer grupo de cristianos es aquél que ha recibido el Espíritu de Dios. Saben que su vida depende de recibir diariamente el soplo de Dios. Se mantienen en una emocionante relación de amor con su Creador. Dedican el mejor tiempo de su vida para estar en comunión con Dios porque han aprendido a amarlo y a depender por completo del Espíritu Santo. Ellos conforman el ejército de avanzada de Dios y causan terribles estragos entre las huestes del enemigo. Dios te llama a este grupo victorioso, él te ofrece "Pondré en ti mi Espíritu para que vivas". Acéptalo hoy mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS.
Si TÚ fuiste un israelita de una de las tribus perdidas de Israel, entonces Ezequiel 37. 1-14 es para ti, porque el texto dice: Ez. 37.11. He aquí nuestros huesos se secaron y murió toda nuestra esperanza, esta Escritura es exclusivamente para los israelitas, que son La Casa perdida de Israel; este texto no es directamente para las naciones, si tú dices entonces, este capítulo no es para mi, entonces, no es para ti, porque a lo mejor todavía sigues siendo nación; estos textos son para las ovejas perdidas de la Casa de Israel que están en todas las naciones, quienes al oír la voz del Mashiah dejan de ser nación pagana, y se convierten en Casa de Israel, entonces dejamos de ser nación pagana, ya no somos ni gentiles, YHWH nos cambió nuestra nacionalidad, antes pertenecíamos física y espiritualmente a las naciones, haciendo lo que nos enseñaban dentro de sus religiones e idolatrías, ahora por aceptar a Su hijo pertenecemos a otra ciudadanía, que es la mejor que hay, porque no debemos defender ni aferrarnos a una ciudadanía humana, de cualquier nación que sea, aunque al momento nos registren con alguna nacionalidad física donde hemos nacido, y nos imponen obligaciones competentes a ellas, Raví Shaúl nos dice: que debemos sujetarnos también a ellas; pero esta es terrenal, limitada, perecedera, en cambio nuestra ciudadanía celestial es ETERNA en el Maljut del Shamayim. Las ovejas del Adonay YHSHWH al escuchar la voz de Su Pastor le siguen, y Su Pastor les permite entrar a Su redil, o sea a Su: Israel espiritual, volvemos a nuestra Casa, o a nuestro redil que es lo mismo, quienes al oír Su voz reaccionamos caminando hacia Él, y Él nos dio Vida siendo huesos secos, estas ovejas son la Casa de Israel, antes perdidas pero ahora halladas, porque Sus ovejas oyen Su voz y le siguen, llegamos a pertenecer al único pueblo que hay, y es el Israel de Elohim. Ef 2.19. Siendo huesos secos y muertos tuvimos vida. Ya no somos extranjeros advenedizos.
Deseo hacer también una pequeña apología haciendo notar una diferencia entre quienes son los Judíos, y quienes son los Israelitas, aunque todos ellos son hijos de Jacob, pero ahora existe una gran diferencia entre ellos, recordemos que Jeroboam por los años 900 A.C. “divide” el reino de Roboam hijo de Salomón, quien tuvo sentencia de YHWH para que haya esta división, por los múltiples pecados de Salomón padre de Roboam, entonces es YHWH quién ordena esta división, y no Jeroboam a quien le hemos visto con muy malos ojos, 1R.11 y 12, los profetas Ahías y Semaías profetizaron que las diez tribus serían gobernadas por Jeroboam. 1R.11 (1R.12). Samaria fue la capital de las diez tribus de Israel después que se dividieron. Y Jerusalén fue la capital de Judá, después de la división se les conoció como La Casa del Norte y La Casa del Sur, Es fácil notar también, que Jeroboam desvió a las diez tribus de Israel, no solo de la línea del Mesías, sino inventó otros tipos de adoraciones, también les construyó templos paganos en sus ciudades y montañas, con la finalidad de apartarse de las tribus de Judá y Benjamín.