Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer" (Marcos 6:30, 31).
Un joven, después de mucho buscar, había encontrado un empleo como leñador, y aunque no tenía experiencia, tenía mucho entusiasmo y grandes deseos de impresionar a su empleador. El primer día empezó cortando muchos árboles, el segundo día cortó la misma cantidad, y así fue con el tercer y cuarto día también. Sin embargo, el quinto día logró poco más de la mitad de los días anteriores, y el sexto día consiguió la mitad del quinto día. El estaba muy desanimado porque conforme pasaban los días, menos eficiente era en su trabajo. Pensó que algo estaba pasando con su técnica de cortar árboles y pidió consejo entre sus colegas más experimentados. Uno de ellos, después de escucharlo le preguntó si había afilado su hacha. "No he tenido tiempo -repuso el joven- he estado demasiado ocupado cortando árboles". El viejo leñador, mirándole a los ojos le dice: "Cuanto más tiempo dediques a cortar árboles, más tiempo necesitas afilar tu hacha".
Los discípulos también necesitaban "afilar sus hachas". Habían estado trabajando cumpliendo el mandato de Jesús. Habían recorrido ciudades grandes y pequeñas anunciando el reino de los cielos. Tenían muchas experiencias victoriosas que contar, también algunos fracasos de los cuáles aprender. Estaban deseosos de contar a su Maestro sus vivencias. "Maestro -me parece escuchar a Pedro- los demonios nos obedecen", "También muchos enfermos han sido sanados" añadía otro discípulo. Era muy grato ese momento, todos tenían algo que contar, y Jesús estaba siempre dispuesto a escucharlos. Fue un delicioso momento de confraternización en el grupo pequeño de discípulos de Jesús. Cuando el último testimonio fue compartido, Jesús les dice a sus discípulos: "Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco". Jesús conocía la mayor necesidad que tenían sus cansados discípulos, ellos precisaban descansar para poder renovar las fuerzas y él había escogido un lugar especial, un lugar sólo para ellos donde nadie pudiese interrumpirlos.
Cuan maravilloso es encontrarse a solas con Jesús en un lugar apartado. Cuanta paz y seguridad siente nuestro corazón cansado al escuchar sus tiernas palabras. Por eso el rey David exclamaba "Jehova, mi pastor, me lleva junto a aguas de reposo". Así como los discípulos fueron a descansar al lado de Jesús y allí fueron renovados y fortalecidos, nosotros necesitamos entrar en el reposo que Jesús nos ha preparado. Cuantas veces nos es difícil dejar nuestro frenesí de actividades para entrar en el descanso que Jesús nos provee. Así como el joven del hacha, muchas veces pasamos el día infructuosamente cortando los árboles de los desafíos que la vida nos presenta sin "afilar nuestra hacha" pasando precioso tiempo a solas con Jesús. Hoy, él te invita para que dejes de correr por la vida, y descanses un poco para ser renovado y fortalecido por el dulce Maestro de Galilea
Un joven, después de mucho buscar, había encontrado un empleo como leñador, y aunque no tenía experiencia, tenía mucho entusiasmo y grandes deseos de impresionar a su empleador. El primer día empezó cortando muchos árboles, el segundo día cortó la misma cantidad, y así fue con el tercer y cuarto día también. Sin embargo, el quinto día logró poco más de la mitad de los días anteriores, y el sexto día consiguió la mitad del quinto día. El estaba muy desanimado porque conforme pasaban los días, menos eficiente era en su trabajo. Pensó que algo estaba pasando con su técnica de cortar árboles y pidió consejo entre sus colegas más experimentados. Uno de ellos, después de escucharlo le preguntó si había afilado su hacha. "No he tenido tiempo -repuso el joven- he estado demasiado ocupado cortando árboles". El viejo leñador, mirándole a los ojos le dice: "Cuanto más tiempo dediques a cortar árboles, más tiempo necesitas afilar tu hacha".
Los discípulos también necesitaban "afilar sus hachas". Habían estado trabajando cumpliendo el mandato de Jesús. Habían recorrido ciudades grandes y pequeñas anunciando el reino de los cielos. Tenían muchas experiencias victoriosas que contar, también algunos fracasos de los cuáles aprender. Estaban deseosos de contar a su Maestro sus vivencias. "Maestro -me parece escuchar a Pedro- los demonios nos obedecen", "También muchos enfermos han sido sanados" añadía otro discípulo. Era muy grato ese momento, todos tenían algo que contar, y Jesús estaba siempre dispuesto a escucharlos. Fue un delicioso momento de confraternización en el grupo pequeño de discípulos de Jesús. Cuando el último testimonio fue compartido, Jesús les dice a sus discípulos: "Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco". Jesús conocía la mayor necesidad que tenían sus cansados discípulos, ellos precisaban descansar para poder renovar las fuerzas y él había escogido un lugar especial, un lugar sólo para ellos donde nadie pudiese interrumpirlos.
Cuan maravilloso es encontrarse a solas con Jesús en un lugar apartado. Cuanta paz y seguridad siente nuestro corazón cansado al escuchar sus tiernas palabras. Por eso el rey David exclamaba "Jehova, mi pastor, me lleva junto a aguas de reposo". Así como los discípulos fueron a descansar al lado de Jesús y allí fueron renovados y fortalecidos, nosotros necesitamos entrar en el reposo que Jesús nos ha preparado. Cuantas veces nos es difícil dejar nuestro frenesí de actividades para entrar en el descanso que Jesús nos provee. Así como el joven del hacha, muchas veces pasamos el día infructuosamente cortando los árboles de los desafíos que la vida nos presenta sin "afilar nuestra hacha" pasando precioso tiempo a solas con Jesús. Hoy, él te invita para que dejes de correr por la vida, y descanses un poco para ser renovado y fortalecido por el dulce Maestro de Galilea
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