martes, 5 de febrero de 2008

FELICES LOS PERSEGUIDOS


"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos" Mateo 5:10


Perseguir es una práctica tan difundida que casi podríamos dividir a la humanidad entre perseguidos y perseguidores. Claro que no me estoy refiriendo únicamente a la persecución en la que una persona está corriendo desesperada en un bosque oscuro y una turba furiosa con ágiles perros entrenados corriendo detrás. Existen formas más sutiles pero igualmente insidiosas de persecución: discriminación, burla, humillación y calumnias son algunas de las muchas maneras en que ésta se hace evidente. La bienaventuranza de hoy se refiere precisamente a los perseguidos, pero no cualquier tipo de perseguidos. Se trata de aquellos que son perseguidos por causa de la justicia. Esta bienaventuranza sigue el orden ascendente de las anteriores bienaventuranzas presentadas por Jesús. Si hemos sido transformados por el Espíritu para ser ciudadanos del reino de los cielos, debemos estar preparados para sufrir persecución. Pues el mundo aborrece al que no es suyo. Ese aborrecimiento se hace evidente a través del rechazo que sufren los que aman a Dios por parte de la familia, los amigos y la sociedad en general. Pero hay épocas en la historia cuándo el odio contra los hijos de Dios alcanza cumbres infames, y se desatan sangrientas persecuciones para eliminar cualquier vestigio de cristianismo.
Desde los tiempos oscuros de la persecución comunista en China nos llega la historia del señor Wong, un adventista chino que había sido condenado a veinte años de trabajos forzados a causa de su fe en Jesucristo. Intentaron "reeducarlo" en los principios del comunismo ateo. Le insistieron una y otra vez para que abandone sus convicciones religiosas. Pero el se resistía a dejar de guardar el sábado y a olvidarse de su amigo Jesús. En una oportunidad, después de haber soportado diecisiete días consecutivos de tortura les dice a sus torturadores: "Ustedes no comprenden, mi respuesta es no. Aunque estuviese aquí el presidente Mao, mi respuesta también sería no". El jefe de los torturadores, poseído por una ira demoníaca, quebró sus brazos e iba a continuar azotándolo, pero dijo: "No lo mataremos, si está muerto no podremos reeducarlo". El señor Wong cayó sobre la tierra contorsionándose por el dolor, pero dispuesto a entregar incluso la vida por su Salvador. A pesar de los días terribles que tuvo que pasar en prisión él nunca negó su fe, y vivió para contar su dramático testimonio.
No todos somos llamados para testificar de nuestra fe en las horribles circunstancias en las que lo hizo el señor Wong, pero sí somos llamados a mostrar fidelidad a Jesús en todos los momentos de nuestra vida. El cristiano debe saber que está contra la corriente de este mundo, y que será condenado, vituperado y perseguido. Muchos mártires ha conocido la historia, hombres y mujeres valerosos que enfrentaban la hoguera, los azotes y la cárcel con cánticos de alabanza en los labios. También hay un lugar para ti y para mí en la galería victoriosa de los mártires cristianos. Si no tienes la oportunidad de testificar de Jesús frente a la cárcel y la hoguera, puedes hacerlo en la universidad cuando programan exámenes en sábado, puedes hacerlo en el trabajo cuando exigen que te presentes los sábados, puedes hacerlo frente a las burlas de tus amigos porque no participas de las diversiones mundanas, puedes hacerlo también frente a las críticas de tu familia por tu alimentación diferente, en fin, hay diversas ocasiones en que podemos dar un valeroso testimonio de nuestra fe en medio de la persecución.
Alguna vez leí esta bienaventuranza expresada de diferente manera: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano". Suena bonito también. Sobretodo si recordamos que Jesús es nuestra justicia. Él personifica la justicia. Nuestro pedido podría ser que Dios nos ayude, de ser necesario, a morir por Jesús; pero lo que es más importante, que nos ayude a vivir para Jesús.

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