"Bienaventurado el varón que no... anduvo en camino de pecadores" (Salmos 1:1).
Hace algunos meses estuve visitando algunos miembros de la iglesia que viven en el campo. No había caminos asfaltados, lo único que había era un riguroso camino de tierra seca. Me acompañaron tres personas: Antonio, el obrero bíblico de la zona; un hermano cuyo nombre no recuerdo y Alefi, nuestra guía, la única que en verdad conocía el camino, o por lo menos no lo desconocía tanto como los demás. No habían pasado diez minutos de viaje cuando encontramos una fila de vehículos estacionados. Nadie podía continuar porque un charco de lodo en medio del camino había capturado un enorme autobús. Estuvimos esperando durante algunos minutos que nos parecieron horas antes que nuestra guía recordase que había otro camino para llegar, menos transitado y por lo tanto más accidentado pero por lo menos no estaríamos allí esperando. Retrocedimos como pudimos en medio de esa congestión casi limeña del tráfico, y encontramos el otro camino. Ciertamente era más difícil conducir por allí. El camino no daba tregua, se podía avanzar pero a costa del esfuerzo máximo del motor del auto, en dos o tres ocasiones tuvimos que empujarlo porque se había atascado. Al final, dejamos el auto y continuamos a pie durante unos veinte minutos.Sudorosos pero felices llegamos a la casa de la familia que estábamos buscando. Tuvimos una linda reunión e incluso hubo una persona que decidió entregar su vida a Jesús en el siguiente bautismo. Ya no importaba todo lo que habíamos padecido durante el trayecto. Lo que importaba es que nuestro viaje no había sido en vano.
La felicidad es la meta que anhela cada corazón humano y la Biblia tiene un consejo inspirado en este versículo que podríamos parafrasearlo así: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". Es un tremendo mensaje, casi podríamos escribirlo, con letras llamativas y una imagen de Jesús, en cada autopista de nuestro planeta: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". Creo que sería muy valioso si cada cristiano le dijese a su prójimo: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". El drama del ser humano es que busca ser feliz recorriendo caminos equivocados. Quiere ser feliz y se hace alcohólico, quiere alegría en su vivir y cae en la profundidad de la drogadicción, anhela la paz espiritual y se hunde en los vicios, desea con ansiedad una vida de aventura y se lanza al precipicio de la promiscuidad. Quiere encontrar la felicidad recorriendo el camino de los pecadores. La verdad es que el "camino de los pecadores" es el más transitado porque ofrece todas las comodidas. Es una linda autopista recién asfaltada, con preciosos avisos luminosos y muchos lugares gratos para que el viajero pueda divertirse . Pero todo es apenas una ilusión porque la autopista del pecado tarde o temprano lleva a la ciudad de la destrucción, donde reinan la desolación y el caos. El camino de los justos es diferente. Es estrecho y accidentado por ser poco transitado. Tiene algunos trechos de máxima dificultad pero también espacios de solaz junto a un cristalino río. Está salpicado de lluvia pertinaz, pero ofrece también el brillo esplendoroso del sol. Ofrece la niebla tupida al lado del negro abismo, pero también la seguridad del camino abierto en medio del exhuberante valle. En el camino estrecho no es tan importante por dónde tienes que pasar, lo que es verdaderamente importante es asegurarte que al volante del vehículo esté quien conoce mejor el camino, el señor Jesucristo. En el viaje por el sendero escarpado descubriremos, como siempre pasa, que la felicidad no sólo se encuentra en la meta a alcanzar, se encuentra también mientras se recorre el camino. Pues Jesús, nuestro tierno guía, es un excelente compañero de viaje, ya sea tranquilizándonos cuando nos atemorizamos porque estamos pasando al lado de un abismo o haciéndonos reír mientras nos conduce con serenidad junto a aguas tranquilas.
Hace algunos meses estuve visitando algunos miembros de la iglesia que viven en el campo. No había caminos asfaltados, lo único que había era un riguroso camino de tierra seca. Me acompañaron tres personas: Antonio, el obrero bíblico de la zona; un hermano cuyo nombre no recuerdo y Alefi, nuestra guía, la única que en verdad conocía el camino, o por lo menos no lo desconocía tanto como los demás. No habían pasado diez minutos de viaje cuando encontramos una fila de vehículos estacionados. Nadie podía continuar porque un charco de lodo en medio del camino había capturado un enorme autobús. Estuvimos esperando durante algunos minutos que nos parecieron horas antes que nuestra guía recordase que había otro camino para llegar, menos transitado y por lo tanto más accidentado pero por lo menos no estaríamos allí esperando. Retrocedimos como pudimos en medio de esa congestión casi limeña del tráfico, y encontramos el otro camino. Ciertamente era más difícil conducir por allí. El camino no daba tregua, se podía avanzar pero a costa del esfuerzo máximo del motor del auto, en dos o tres ocasiones tuvimos que empujarlo porque se había atascado. Al final, dejamos el auto y continuamos a pie durante unos veinte minutos.Sudorosos pero felices llegamos a la casa de la familia que estábamos buscando. Tuvimos una linda reunión e incluso hubo una persona que decidió entregar su vida a Jesús en el siguiente bautismo. Ya no importaba todo lo que habíamos padecido durante el trayecto. Lo que importaba es que nuestro viaje no había sido en vano.
La felicidad es la meta que anhela cada corazón humano y la Biblia tiene un consejo inspirado en este versículo que podríamos parafrasearlo así: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". Es un tremendo mensaje, casi podríamos escribirlo, con letras llamativas y una imagen de Jesús, en cada autopista de nuestro planeta: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". Creo que sería muy valioso si cada cristiano le dijese a su prójimo: "La felicidad no se encuentra en el camino de los pecadores". El drama del ser humano es que busca ser feliz recorriendo caminos equivocados. Quiere ser feliz y se hace alcohólico, quiere alegría en su vivir y cae en la profundidad de la drogadicción, anhela la paz espiritual y se hunde en los vicios, desea con ansiedad una vida de aventura y se lanza al precipicio de la promiscuidad. Quiere encontrar la felicidad recorriendo el camino de los pecadores. La verdad es que el "camino de los pecadores" es el más transitado porque ofrece todas las comodidas. Es una linda autopista recién asfaltada, con preciosos avisos luminosos y muchos lugares gratos para que el viajero pueda divertirse . Pero todo es apenas una ilusión porque la autopista del pecado tarde o temprano lleva a la ciudad de la destrucción, donde reinan la desolación y el caos. El camino de los justos es diferente. Es estrecho y accidentado por ser poco transitado. Tiene algunos trechos de máxima dificultad pero también espacios de solaz junto a un cristalino río. Está salpicado de lluvia pertinaz, pero ofrece también el brillo esplendoroso del sol. Ofrece la niebla tupida al lado del negro abismo, pero también la seguridad del camino abierto en medio del exhuberante valle. En el camino estrecho no es tan importante por dónde tienes que pasar, lo que es verdaderamente importante es asegurarte que al volante del vehículo esté quien conoce mejor el camino, el señor Jesucristo. En el viaje por el sendero escarpado descubriremos, como siempre pasa, que la felicidad no sólo se encuentra en la meta a alcanzar, se encuentra también mientras se recorre el camino. Pues Jesús, nuestro tierno guía, es un excelente compañero de viaje, ya sea tranquilizándonos cuando nos atemorizamos porque estamos pasando al lado de un abismo o haciéndonos reír mientras nos conduce con serenidad junto a aguas tranquilas.
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