"Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" Exodo 39: 7-9.
Era 16 de septiembre del año 2000 cuando una noticia remeció al Perú: la renuncia del Presidente de la República. Dos días antes, frente al estupor de los peruanos, se habían emitido imágenes del asesor presidencial comprando por quince mil dólares a uno de los parlamentarios de la oposición. Pero ese video apenas fue el principio, pronto se supo que este poderoso colaborador del Presidente, había filmado miles de horas de videos donde aparecían en actos de corrupción prominentes personajes del mundo político, artístico y empresarial. Los ciudadanos veían estupefactos como se desmoronaba la imagen de prestigio y moralidad pública de diversas personalidades. Muchos de ellos aparecían en público como grandes defensores de las virtudes morales, hasta sus apasionados discursos les creaban una imagen de hombres de sólidos principios éticos. La conducta pública de muchos de ellos era ejemplar: ciudadanos honestos, padres de familia responsables y profesionales competentes. El hecho es que toda esa atrayente imagen pública no se condecía con lo que en realidad eran en los actos privados de su vida. Sin imaginar que estaban siendo filmados, mostraron la liviandad de sus convicciones personales y la sólida ambición de sus apetitos más primarios. Por supuesto, la magnitud del escándalo remeció los cimientos de la sociedad y originó una crisis política que derrumbó el gobierno de aquel entonces. Lo que me gustaría plantear como reflexión para hoy es la siguiente interrogante: ¿Cuál sería tu propia reacción, si supieras que los actos secretos de tu vida estuviesen siendo filmados para exhibirlos en la televisión?
Se dice que la personalidad es lo que mostramos a los demás y que el carácter es lo que realmente somos. En verdad, muchas veces existe una gran diferencia entre nuestra personalidad y nuestro carácter. Cuantas veces escondemos detrás de una linda sonrisa una conducta sombría en nuestra vida privada. Algunas personas pueden hasta tener fama de honestos, mientras toman lo ajeno cuando nadie los observa, o pueden mostrarse defensores de las buenas costumbres morales mientras en su círculo más íntimo son capaces de golpear a su mujer y maltratar a sus hijos. ¡Cuántas sorpresas depararían los videos secretos de nuestra vida! Muchos suspiran aliviados pensando que sus actos no son observados por nadie. Es evidente que José no pensaba de esta manera, él tenía una perspectiva totalmente diferente. Para este joven hebreo todos los actos, públicos o privados, eran un testimonio de que era hijo de Dios. Antes de mirar si había alguien que pudiese censurar su conducta, él se preocupaba si lo que iba a realizar era aprobado por Dios. Sin duda, José era verdaderamente un hombre de principios. Podía ser un insignificante esclavo, estar injustamente en la cárcel, o ser el gobernador de la nación más poderosa; su integridad era inmutable y la contundencia de su fidelidad era absoluta.
Elena de White escribió:"La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos" (La Educación pág. 54). Nada nos impide soñar, además es muy bonito hacerlo, así que imaginemos un mundo en que las personas tengan las características mencionadas por la hermana White. Imagina que todos los jueces se mantuviesen de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos, un mundo en donde todos los trabajadores se mantuviesen tan leales al deber como la brújula al polo, un mundo donde todos los ciudadanos sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas. ¿No te parece que sería un mundo mejor? Bueno pues, así será la patria celestial, y debemos prepararnos para estar allí.
Era 16 de septiembre del año 2000 cuando una noticia remeció al Perú: la renuncia del Presidente de la República. Dos días antes, frente al estupor de los peruanos, se habían emitido imágenes del asesor presidencial comprando por quince mil dólares a uno de los parlamentarios de la oposición. Pero ese video apenas fue el principio, pronto se supo que este poderoso colaborador del Presidente, había filmado miles de horas de videos donde aparecían en actos de corrupción prominentes personajes del mundo político, artístico y empresarial. Los ciudadanos veían estupefactos como se desmoronaba la imagen de prestigio y moralidad pública de diversas personalidades. Muchos de ellos aparecían en público como grandes defensores de las virtudes morales, hasta sus apasionados discursos les creaban una imagen de hombres de sólidos principios éticos. La conducta pública de muchos de ellos era ejemplar: ciudadanos honestos, padres de familia responsables y profesionales competentes. El hecho es que toda esa atrayente imagen pública no se condecía con lo que en realidad eran en los actos privados de su vida. Sin imaginar que estaban siendo filmados, mostraron la liviandad de sus convicciones personales y la sólida ambición de sus apetitos más primarios. Por supuesto, la magnitud del escándalo remeció los cimientos de la sociedad y originó una crisis política que derrumbó el gobierno de aquel entonces. Lo que me gustaría plantear como reflexión para hoy es la siguiente interrogante: ¿Cuál sería tu propia reacción, si supieras que los actos secretos de tu vida estuviesen siendo filmados para exhibirlos en la televisión?
Se dice que la personalidad es lo que mostramos a los demás y que el carácter es lo que realmente somos. En verdad, muchas veces existe una gran diferencia entre nuestra personalidad y nuestro carácter. Cuantas veces escondemos detrás de una linda sonrisa una conducta sombría en nuestra vida privada. Algunas personas pueden hasta tener fama de honestos, mientras toman lo ajeno cuando nadie los observa, o pueden mostrarse defensores de las buenas costumbres morales mientras en su círculo más íntimo son capaces de golpear a su mujer y maltratar a sus hijos. ¡Cuántas sorpresas depararían los videos secretos de nuestra vida! Muchos suspiran aliviados pensando que sus actos no son observados por nadie. Es evidente que José no pensaba de esta manera, él tenía una perspectiva totalmente diferente. Para este joven hebreo todos los actos, públicos o privados, eran un testimonio de que era hijo de Dios. Antes de mirar si había alguien que pudiese censurar su conducta, él se preocupaba si lo que iba a realizar era aprobado por Dios. Sin duda, José era verdaderamente un hombre de principios. Podía ser un insignificante esclavo, estar injustamente en la cárcel, o ser el gobernador de la nación más poderosa; su integridad era inmutable y la contundencia de su fidelidad era absoluta.
Elena de White escribió:"La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos" (La Educación pág. 54). Nada nos impide soñar, además es muy bonito hacerlo, así que imaginemos un mundo en que las personas tengan las características mencionadas por la hermana White. Imagina que todos los jueces se mantuviesen de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos, un mundo en donde todos los trabajadores se mantuviesen tan leales al deber como la brújula al polo, un mundo donde todos los ciudadanos sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas. ¿No te parece que sería un mundo mejor? Bueno pues, así será la patria celestial, y debemos prepararnos para estar allí.
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