viernes, 1 de febrero de 2008

HERMOSO SEMBLANTE Y BELLA PRESENCIA


"Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia. Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo." Exodo 39: 6, 7

Norma Jean Baker murió el 5 de agosto de 1962 cuando apenas tenía 36 años de vida. A pesar de que su madre la entregó en adopción apenas a las seis semanas de nacida, y de haber vivido los primeros siete años de su vida en la casa de algunos amigos de su abuela paterna; Norma llegó a disfrutar de todo el lujo, la ostentación y el poder que el mundo puede dar. Las luces de las cámaras, el brillo de los flashes, la admiración del mundo entero y el esplendor de la fama; la acompañaron durante gran parte de su vida. Millones de personas habrían querido estar en su lugar porque en sus rutilantes presentaciones públicas, transmitía la sensación de ser una persona completamente feliz y realizada. Sin embargo, cuando las luces dejaban de brillar, cesaban los aplausos y se extinguían los últimos admiradores en busca de algún autógrafo; Norma se encontraba con quien ella realmente era: una joven mujer con la tendencia casi patólógica a la depresión, que había caído en las garras de las drogas y cuyo temor más recurrente era el haber heredado la esquizofrenia paranoide que destruyó la vida de su madre. Aquél fatídico 5 de agosto, Norma murió por una sobredosis de barbitúricos. El mundo quedó consternado al conocer el drama que llevó a la muerte a esta bella actriz, que había sido conocida con el nombre de Marilyn Monroe, y cuya extraordinaria belleza le abrió las puertas de la fama.
Nuestra sociedad posmoderna cotiza a precio muy alto la belleza física, y ésta se ha convertido en una obsesión esclavizante para millones de personas alrededor del mundo. Los patrones de belleza están determinados por los medios de comunicación masiva, y cada vez son más inalcanzables para la mayoría de las personas. El ideal de belleza femenino es una mujer cada vez más delgada, lo que hace que haya cientos de miles de mujeres, especialmente adolescentes, que se sienten completamente feas sólo por no alcanzar el estándar difundido mediáticamente. La belleza se la asocia frecuentemente con el éxito social, lo que lleva a que muchas personas la busquen compulsivamente, aun a costa de su propia salud. Como triste resultado de esta loca vorágine, existe un alarmante aumento de desórdenes biológicos asociados con la alimentación, como la anorexia y la bulimia.
Cuan diferente sería el mundo si con la misma pasión con la que se busca la belleza física se buscase la excelencia espiritual. En éste, como en tantos otros temas de la vida, siempre estamos buscando un objetivo por caminos equivocados. Porque las personas que buscan ser bellas, o mantener a toda costa la lozanía de la juventud; lo que en el fondo están buscando no es la belleza, sino las ventajas que vienen de ser bello físicamente en nuestra sociedad: aceptación social, reconocimiento, imagen de éxito y realización personal, etc. Y, claro está, se busca la aceptación y el reconocimiento de los demás para sentirnos bien y ser felices. En suma, lo que en realidad estamos buscando frenéticamente es encontrar la auténtica felicidad. Ahora bien, una historia trágica como la de Marilyn Monroe, debería mostrarnos no sólo que la belleza física no es garantía de la felicidad, sino que ésta puede ser un doloroso presagio de infortunios futuros, porque si alguien depende de su apariencia física para ser feliz, entonces imagínate cómo se sentirá cuando su lindo cuerpo sea inevitablemente esculpido por el paso de tiempo, porque se sabe que no hay peor escultor que el tiempo.
La Biblia describe que José era "de hermoso semblante y bella presencia". Con seguridad su apariencia física le ayudó en algo para sobrevivir en la sociedad de su tiempo, pero le trajo también enormes problemas que lo llevaron hasta la fría celda del Faraón. El caso es que había algo más importante en José: una apacible belleza interior que se evidenciaba en la sólida lealtad a los principios divinos, los que mantuvo como la consigna de toda su vida. La íntima comunión que tenía Dios le añadía un brillo atrayente a su personalidad. El esfuerzo mayúsculo de José no era el vestir elegantemente, ni cuidar de su peinado y de su apariencia externa. Su preocupación más importante era cultivar la hermosura del corazón. La belleza de José no era sólo exterior, era fundamentalmente interior. Aunque Satanás colocó a la mujer de Potifar en el camino de José para manchar la pureza de su alma, José pudo ser victorioso por la presencia de Dios en su vida. El sabio Salomón resalta la excelencia de la belleza espiritual con estas palabras: "Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada" (Prov. 31:30).

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