viernes, 1 de febrero de 2008

SE BUSCA UN HOMBRE


"Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo." Génesis 39: 20, 21

Diógenes estaba viajando cuando su embarcación fue atacada por los piratas. Esos ataques eran frecuentes en su tiempo. Toda la tripulación fue reducida a la esclavitud y vendida en Creta. Cuando le preguntaron al filósofo qué es lo que sabía hacer, él respondió que lo único que sabía hacer era mandar, y solicitó, con aguda ironía, que lo vendiesen a alguien que estuviese necesitando un amo. Un hombre rico de la ciudad, impresionado por la respuesta lo compró, y Diógenes pasó el resto de su vida como tutor de los hijos de éste y como mayordomo de sus bienes. Diógenes sostenía una doctrina según la cual, el mayor ideal de un hombre era alcanzar la virtud a través de la supresión de las necesidades. Muchos de los hábitos de este hombre iban en contra de las costumbres de su época y causaban extrañeza entre sus conciudadanos. La descripción que nos ha llegado de Diógenes es la de un hombre que vivía en un tonel, se alimentaba con cebollas y cuya única posesión era una lámpara. Un día, este excéntrico filósofo tomó su lámpara encendida a plena luz del día y recorrió la ciudad como si estuviese buscando algo. Cuando le preguntaron qué andaba buscando, él respondía: "busco un hombre honesto". En verdad, Diógenes trataba de mostrar lo difícil que era encontrar un hombre que tuviese integridad, honestidad y viviese conforme a altos principios morales y espirituales.
La Biblia nos presenta a José como un hombre de verdad. Alguien que, sin importar las circunstancias, se mantenía fiel a sus principios morales. En verdad, la vida de José no era fácil. Había pasado de ser el hijo más querido de su padre a vivir como esclavo. Había sentido en su propia experiencia el rechazo, el odio y la envidia de sus propios hermanos. Dios le habia mostrado, a través de sueños, un destino glorioso; pero, ahora estaba viviendo como esclavo en la casa de un oficial del Faraón. En medio de esas circunstancias terribles, José decidió que permanecería fiel a Dios. Podían quitarle la preciosa túnica que su padre le regaló, pero no podían quitarle la convicción de la presencia de Dios en su vida. Podían venderlo cruelmente como un insignificante esclavo, pero no podían quitar la esperanza de su corazón. Fue esta firme determinación para obedecer a Dios lo que mejor le preparó para las enormes responsabilidades que tendría en el futuro.
La primera lección que podemos aprender del texto de hoy, es que debemos ser lo suficientemente flexibles para acomodarnos a los cambios de la vida, sin que nuestra vida espiritual se vea afectada. José había sido el hijo predilecto de su padre y eso le había permitido tener algunas ventajas sobre el resto de sus hermanos. El podría haberse deprimido mucho cuando su vida cambió drásticamente y se convirtió en esclavo. Sin embargo, se acomodó a las circunstancias y supo enfrentar con entereza la suerte adversa. En lugar de estar lamentándose por el sufrimiento que tenía que pasar, se tomó de la poderosa mano de Dios, respiró hondo y empezó a caminar con decisión hacia el futuro.
También la historia de José nos enseña que jamás debemos olvidar que somos hijos de Dios y que lo representamos dondequiera que vamos. En la casa de su padre, José se destacaba por la excelencia de su carácter. Aquellas cualidades morales que adornaban su personalidad eran un enérgico llamado de atención para sus hermanos mayores, que vivían alejados del camino de Dios. Cuando dejó de disfrutar de las ventajas de la casa paterna, José siguió demostrando el mismo carácter. Si José tenía un comportamiento adecuado, no era porque quería contentar a su padre y mantener su situación privilegiada en su hogar. Lejos de su casa continuó siendo un joven íntegro. José no hacía lo correcto para contentar a su padre o para evitar castigos. No eran las circunstancias externas las que dirigían su comportamiento. José era fiel, porque los principios divinos se alojaban en su corazón. Su vida era gobernada por los principios que aprendió en los momentos de comunión con Dios, no por las costumbres de su familia o por las conveniencias sociales.
Otra importante lección que podemos aprender es que siendo fieles en las cosas pequeñas aprenderemos a recibir mayores responsabilidades. Siendo un humilde exclavo, José se preocupaba por hacer diligentemente su trabajo. Hacía bien las cosas, con sabiduría. Recuerdo haber escuchado a alguien que no hacía bien su trabajo porque le pagaban poco."Para que esforzarme tanto -decía con amargura- para la miseria que me pagan". No me sorprendería que con una actitud así, haya perdido hasta el pequeño salario que recibía. José era esclavo, trabajaba sólo por la comida, el vestido y un lugar para dormir; sin embargo, esto no le hacía pensar que su trabajo no era importante. José aspiraba a la excelencia y no quedaba satisfecho con un esfuerzo menor al que podía realizar. Incluso en medio de los esclavos, José podía destacar como el mejor de ellos, y paulatinamente fue recibiendo mayores responsabilidades hasta llegar a ser el mayordomo de Potifar. Nadie puede decir que está impedido de lograr la excelencia, José era esclavo, pero realizaba su trabajo con diligencia y Dios le bendijo.
Finalmente, la historia de José nos muestra que podemos tornarnos en bendición en el lugar donde nos encontramos. Potifar fue muy bendecido porque tenía a José como uno de sus siervos. La presencia de un hijo de Dios se convierte en una bendición para su familia. Somos la sal de la tierra. Nuestra presencia le da una sabor diferente a la vida de quienes nos rodean, porque somos un canal de bendición para ellos.

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