viernes, 1 de febrero de 2008

PUEDEN MATAR AL SOÑADOR PERO NO EL SUEÑO


"Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle. Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños." Génesis 37: 18-20.

El 28 de agosto de 1963 fue pronunciado el mejor discurso del siglo XX. Millares de personas estaban reunidas al frente del monumento a Abraham Lincoln, en la ciudad de Washington. El ideal de la justicia racial ardía en sus corazones mientras escuchaban a su líder, el pastor bautista Martin Luther King. Su discurso era la descripción poderosa y elocuente de un futuro en que negros y blancos pudiesen coexistir armoniosamente como iguales: "Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo, que todos los hombres son creados iguales". Con pasión describió el país que quería para sus hijos: "Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad". Para finalizar su discurso vislumbró una auténtica fraternidad universal con las siguientes palabras: "Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!". Fue un apasionado y memorable discurso que encendió el mismo sueño entre millares de personas.
Martin Luther King era un gran soñador. Él no se sentía conforme con la opresión, la discriminación y la injusticia que reinaban a su alrededor. En lugar de entregarse a la violencia y el odio, eligió soñar y compartir ese sueño. A la vista de los impacientes el soñador es un obstáculo para el advenimiento de la justicia, por eso es que el soñador es incomprendido y, a veces, odiado. Pero una vez que el soñador transmite su sueño, y este se reproduce en otras mentes y va conquistando adeptos, el sueño trasciende al soñador para convertirse en un ideal de su comunidad. El sueño es una fuerza poderosa, es la descripción de un ideal a alcanzar, y cuando sabemos qué es lo que queremos lograr, encontraremos los medios para hacerlo. Un ideal persuasivo es semejante al fuego abrasador que enciende una pradera y tiene todo el potencial hasta para cambiar el rumbo de la historia.
El 4 de abril de 1968, James E. Ray, un criminal de poca monta, saltó a la notoriedad pública cuando asesinó a Martin Luther King. No compartía los ideales y ni el sueño de King. Aquel sueño de fraternidad entre razas le parecía peligroso y creyó que para acabar con el sueño tendría que acabar con el soñador. Era demasiado tarde para él, ese sueño ya había conquistado demasiados soñadores pues miles y miles de personas habían captado aquél sueño. Si quería acabar con ese sueño tendría que asesinar a todos los soñadores, arrancar todas las páginas que describían ese sueño, destruir los videos donde se exaltaba el sueño y arrancar de la historia los días en que ese sueño conquistó el corazón de las multitudes. Ray no se había dado cuenta que era imposible matar el sueño.
La Palabra de Dios nos presenta la historia de otro soñador. Sólo que este soñador había recibido su sueño de parte de Dios. A través de los mensajes divinos él pudo comprender que su destino sería glorioso. José pudo vislumbrar que había sido llamado por Dios para ocupar grandes responsabilidades. No tuvo temor de compartir su sueño con su familia, pero eso le origino incompresión, envidia y odio. Paulatinamente, José llegó a la conclusión que el ideal elevado que tenía sólo podía ser alcanzado si es que se mantenía fiel a Dios bajo cualquier circunstancia. Así lo podemos ver como valiente y fiel frente a las durísimas circunstancias que tuvo que vivir. Como miembro de una familia que amaba a Dios, destacó por su fidelidad. Como esclavo, destacó por su honestidad y fue nombrado como administrador de Potifar. Como administrador mantuvo sus principios aunque le costara llegar a la cárcel. En la cárcel llegó a tener la confianza de los presos y hasta del carcelero, aconsejaba y daba palabras de ánimo. Sufrió el olvido del copero a quien había ayudado, pero mantuvo su fidelidad a Dios. Llegó a ser gobernador de la nación más poderosa de su tiempo, y libró a ese pueblo de la terrible hambruna que asolaba a todas las naciones. Fue la fidelidad a Dios lo que le permitió que el plan divino se cumpliese en su vida. José captó el sueño de Dios, y tuvo la entereza, la confianza, y la perseverancia para mantenerse fiel a ese sueño.

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