"Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis." Exodo 25: 8, 9.
Una de las experiencias más aleccionadoras de mi vida fue cuando participé como voluntario apoyando la realización de un censo nacional. En mi colegio secundario, éramos un grupo de unos diez alumnos los que habíamos sido seleccionados y entrenados para realizar este trabajo. Por disposición del gobierno, todos debían permanecer en sus casas hasta haber sido empadronados. Nuestro trabajo consistía en pasar de casa en casa para recojer toda la información requerida en los formularios, al terminar debíamos colocar una seña autoadhesiva en la puerta principal. Con cierta emoción adolescente mezclada con la vana sensación de ser muy importante, empecé a realizar mi trabajo. Parte de mi labor fue realizada en uno de los barrios más acomodados de la ciudad, quizá del país. Mientras caminaba por las impecables calles de este barrio nada me hacía pensar que detrás de cada puerta hubiese una lujosa mansión rodeada de amplios y hermosos jardines, bellas esculturas de mármol y grandes piscinas con agua limpísima. Todas las casas estaban primorosamente decoradas, parecían estar diseñadas para mantener a los visitantes en continuo estado de admiración. No dejaba de sentirme impresionado por el ingenio, la creatividad y la sapiencia de quienes construyeron aquellos preciosos edificios.
Me pregunto cómo sería el diseño original del santuario que Dios le mostró a Moisés. Lo que el anciano líder construiría en el desierto sería apenas una fragil y pálida copia de lo que Dios le había mostrado. El verdadero santuario se encuentra en el cielo y su belleza empequeñece los límites de la más exaltada imaginación humana. El santuario original tiene la misma disposición y compartimentos del terrenal. Algunas personas se resisten a creer que exista un santuario en el cielo que tenga, esencialmente, las mismas características del santuario mosaico. Ellos piensan que no puede ser que en el cielo haya lugares que sean más santos que otros; es decir, no es posible que haya un lugar santo y un lugar santísmo. Creo que esta diferenciación entre lugar santo y santísmo lo único que hace es exaltar la presencia de Dios, porque donde él reina soberano en su trono es lugar santísimo, mientras que el resto del cielo sigue siendo un lugar santo. Es diferente estar entre los millares de ángeles que estar en la presencia misma de Dios. Hay santidad entre los millones y millones de ángeles que alaban el nombre de Dios, pero hay una mayor santidad en la presencia misma de Dios.
Aguardo ese día cuando, por la gracia de Dios, pueda contemplar aquél edificio regio que no fue pensado por mentes humanas, sino que nació en la mente de Dios. No puedo siquiera tratar de imaginar la excelsitud y hermosura de dicho lugar. Hoy, mi mente limitada sólo puede contemplar el santuario terrenal para tener una idea de lo que es el verdadero santuario; aun así, puedo comprender que detrás de cada mueble, cada utensilio y cada ceremonia del santuario del desierto, está escrita con letras de sangre el maravilloso amor de Jesús por mí.
Una de las experiencias más aleccionadoras de mi vida fue cuando participé como voluntario apoyando la realización de un censo nacional. En mi colegio secundario, éramos un grupo de unos diez alumnos los que habíamos sido seleccionados y entrenados para realizar este trabajo. Por disposición del gobierno, todos debían permanecer en sus casas hasta haber sido empadronados. Nuestro trabajo consistía en pasar de casa en casa para recojer toda la información requerida en los formularios, al terminar debíamos colocar una seña autoadhesiva en la puerta principal. Con cierta emoción adolescente mezclada con la vana sensación de ser muy importante, empecé a realizar mi trabajo. Parte de mi labor fue realizada en uno de los barrios más acomodados de la ciudad, quizá del país. Mientras caminaba por las impecables calles de este barrio nada me hacía pensar que detrás de cada puerta hubiese una lujosa mansión rodeada de amplios y hermosos jardines, bellas esculturas de mármol y grandes piscinas con agua limpísima. Todas las casas estaban primorosamente decoradas, parecían estar diseñadas para mantener a los visitantes en continuo estado de admiración. No dejaba de sentirme impresionado por el ingenio, la creatividad y la sapiencia de quienes construyeron aquellos preciosos edificios.
Me pregunto cómo sería el diseño original del santuario que Dios le mostró a Moisés. Lo que el anciano líder construiría en el desierto sería apenas una fragil y pálida copia de lo que Dios le había mostrado. El verdadero santuario se encuentra en el cielo y su belleza empequeñece los límites de la más exaltada imaginación humana. El santuario original tiene la misma disposición y compartimentos del terrenal. Algunas personas se resisten a creer que exista un santuario en el cielo que tenga, esencialmente, las mismas características del santuario mosaico. Ellos piensan que no puede ser que en el cielo haya lugares que sean más santos que otros; es decir, no es posible que haya un lugar santo y un lugar santísmo. Creo que esta diferenciación entre lugar santo y santísmo lo único que hace es exaltar la presencia de Dios, porque donde él reina soberano en su trono es lugar santísimo, mientras que el resto del cielo sigue siendo un lugar santo. Es diferente estar entre los millares de ángeles que estar en la presencia misma de Dios. Hay santidad entre los millones y millones de ángeles que alaban el nombre de Dios, pero hay una mayor santidad en la presencia misma de Dios.
Aguardo ese día cuando, por la gracia de Dios, pueda contemplar aquél edificio regio que no fue pensado por mentes humanas, sino que nació en la mente de Dios. No puedo siquiera tratar de imaginar la excelsitud y hermosura de dicho lugar. Hoy, mi mente limitada sólo puede contemplar el santuario terrenal para tener una idea de lo que es el verdadero santuario; aun así, puedo comprender que detrás de cada mueble, cada utensilio y cada ceremonia del santuario del desierto, está escrita con letras de sangre el maravilloso amor de Jesús por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario